RELATO
El Péndulo
El Verdugo…
La noche anterior al momento que da inicio a las situaciones del presente relato, el protagonista del mismo yacía acostado en su cama, mirando las manchas de humedad que dibujaban figuras fantasmales en el cielo de la habitación. Por otra parte su mente estaba situada en las orillas de un caudal probable de pensamientos venideros, dentro de lo que podía ser la consecuencia de su acto. Siempre se había imaginado en la situación de asesinar a alguien. Desde niño tenia esa extraña certeza que un día tendría que hacerlo. Pensó en aquella remota infancia, que seria en alguna guerra de devastación mundial, armado de un fusil ultra-moderno, y peleando por la supervivencia de la humanidad. En su adolescencia se imaginó como un guerrillero en las selvas centroamericanas, luchando por ideas revolucionarias y libertarias, cual sandinista nicaragüense, o siendo aun mas pretencioso, un nuevo Ernesto Guevara. Posterior a estas alucinaciones adolescentes, y ya cuando por primera vez el amor había tocado a su puerta, se imagino asesinando a su novia, después que esta lo había dejado por otro tipo, que al parecer tenia una mejor condición económica y una mayor proyección social. Hay que detenerse en esto ultimo, pues fue que en esta situación, nuestro protagonista estuvo a un paso de cometer su crimen. En ese entonces y luego del despecho que había logrado calar hasta lo mas profundo de “su ser interno”, como él llamaba al enamorado que habitaba en su mente, se vio una noche con la imperiosa necesidad de ir a escondidas a la casa de su ahora ex novia y acribillarla con un antiguo revólver que había sido posesión de su abuelo. Fue entonces que tomó el arma, y sintió que la voz del enamorado que yacía en su mente le decía “Ahora tienes que hacerlo”. Pronto tomó rumbo a casa de la joven, y estando justo frente a la casa que seria el escenario del presunto crimen, no tuvo el ímpetu o la demencia suficiente para hacerlo. Al otro día la mujer lo llamó, diciéndole que quería verlo, pues se había dado cuenta que quería estar con él. Pero nuestro protagonista sintió que aquella petición de la joven, era una bajeza de su parte, pues siempre la había amado por la determinación de su carácter y este querer retroceder las cosas para volver con él, era un signo miserable de debilidad. Luego de colgar el teléfono y por supuesto haberse negado a la petición de la joven, por fin la había asesinado, pero dentro de sus anhelos. Ahora ya el tiempo había pasado y por años no había sentido esa certeza del asesinato. Fue así que el haberlo cometido sin un impulso interior al acto, le hacia pensar en la extrañeza del destino de los hombres. Cuando había querido ser un asesino, nunca lo logro, Ahora el tiempo lo había llevado a desear ser un hombre de bien y curiosamente había cometido el crimen…
El Príncipe…
Vicente caminaba por la cotidiana calle en dirección a la Universidad. Siempre había preferido hacer esa ruta. Sentía un terror inconmensurable el siquiera imaginar hacer otra ruta. Pensaba en los enormes riesgos que implicaba el hecho de cambiar la rutina. Podía suceder que si exploraba algún nuevo camino en la ciudad, quizás se encontraría con alguien que lo sacaría de su segura vida. Siempre había escuchado acerca de personas que al atreverse darle un giro a su vida cotidiana, encontraban al amor de su vida o algo fortuito los cambiaba para siempre. Él no arriesgaría todo lo que tenia por algo nuevo. Se sentía lo bastante afortunado con todo. Era un alumno ejemplar en la Universidad. Estaba ad portas de egresar de abogacía y ya le habían ofrecido la posibilidad de ingresar a uno de los más prestigiosos bufetes de Abogados de la ciudad. Su familia no cabía más de orgullo por todo lo que había logrado. Estaba comprometido con una mujer, pronto se casarían. Ella era una exitosa periodista un par de años mayor que él, por lo demás era muy bella y tenia “una inteligencia superior a la media”, según lo que él creía. Pero dentro de esta casi perfecta vida, había algo que lo inquietaba de sobremanera. Esto que no lo dejaba tranquilo y le asustaba mucho, no era algo relacionado con su realidad cotidiana; si no por el contrario, tenia que ver con el mundo onírico, que no podía manejar por mas que quisiese. Era muy recurrente que soñara con que lo arrollaba un camión a toda velocidad. No entendía que significaba realmente este sueño, pues no concebía posible el morir de una forma tan terrible, además estaba seguro que su vida tenia una larga proyección, con hijos, nietos y domingos familiares al son de la paz de alguien que había hecho todo bien en su vida. Esto le urgía terriblemente en su cabeza, caminando hacia la universidad y las reflexiones acerca del sueño que se había vuelto a repetir la noche que ya había pasado, le absorbía todo su pensamiento.
Pronto se vio entrado a la facultad. Siempre llegaba casi veinte minutos antes que iniciasen las clases. Tomó rumbo al baño y fue a mojarse la cara. Estando frente al espejo se dijo para si: “son solo tonteras”. Pronto ya se había olvidado de aquel sueño, y tenía la cabeza puesta en la cátedra de Derecho constitucional que lo esperaba en la primera hora de aquella jornada. Saliendo del baño, en un pasillo que llevaba justo al hall central de la facultad, se encontró con uno de sus compañeros de clase. Pronto se vio envuelto en conversaciones referentes a la carrera de derecho. Luego dieron la hora de entrar a la cátedra y Vicente fue el de todos los días.
Bordeando las ocho de la tarde, Vicente se retiraba de la universidad. Veinte minutos más tarde, se junta con su novia en un café del centro de la ciudad. Hablan acerca del inminente matrimonio y eligen como fecha para llevarse acabo el veinte de Enero, día que caería aproximadamente en dos meses más. Luego de una hora en que estuvieron sentados en el café del centro, salen del lugar y caminan rumbo a la casa de la joven, a dar la noticia de la fecha elegida para el matrimonio. Llegando a una esquina en que se cruzaban dos de las calles principales de la ciudad, los novios esperan a que les de la luz del semáforo par cruzar. Desde el poniente a toda marcha se aproxima un enorme camión. Vicente ve la maquina aproximarse hacia la esquina en donde estaban parados con su novia y por primera vez en su vida se atreve a salir de su perfecta rutina y todo tomaba sentido. La lucidez de los iluminados cae sobre su cabeza. Vicente se arroja a la calle y mira de frente al camión.
El Bufón…
-Anoche soñé con Allen Ginsberg- Decía Waldo a su amigo Fernando- Fue extraño, pues yo iba camino a una cantina para encontrarme con una mujer que no se quien era, y Allen Ginsberg se aparecía frente a mi. El lucia su prominente calvicie, pero de la nuca surgía una enorme cabellera tipo dreadlocks de color rojo. Vestía con un chaleco café y cargaba un bolso de tela como morral. El conversaba con un profesor que tuve alguna vez en el colegio, y cuando me ven, me invitaban a subirme a un bus. Ahí Allen sacaba de su bolso un libro amarillo y me decía: “hombre, ¿Qué haces en el sínodo de los muertos?. Haz cruzado la frontera de la infantil mente humana. ¿Estas a la altura de las circunstancias?”. Miré a mi antiguo profesor que reía a carcajadas y un peso enorme caía sobre mis hombros. Luego desperté con la extraña sensación de que algo importante diría al mundo.
-Yo creo que en verdad tienes que escribir lo que te sucedió. Si tienes aun esa sensación de decir algo importante, no tienes más que ponerte en faena y hablarle al mundo con la boca del demonio de la poesía.
-Es cierto amigo. Mal que mal Allen Ginsberg me visito anoche.
-¡No es para menos!
La conversación se alargaba por las calles, y cada esquina invitaba a una nueva alusión y alucinación poética.
-Me podría considerar un afortunado hoy en día. Mas siempre he creído que la fortuna es para los débiles de espíritu. También podría pensar en que todo es infortunado, pues a cada paso que doy, me ato más a la cárcel de la palabra. Creo pensar que de mi boca sale la nueva construcción del verbo y desde antes de mi nacimiento cargo con la marca del deber.
-¿Y cual piensas que es tu deber?- Pregunto Fernando
-La poesía. ¿Que otro deber podría tener yo?
-Eso es cierto, tu lo haz dicho, ¿Qué otro deber podrías tú llegar a tener?
Doblando por la calle Con… se pronunciaba una curva con antiguos edificios que vigilaban el pasar tranquilo o presuroso de las gentes. Una imagen fantástica se dibujaba en las pupilas de Waldo. Las paredes de un cementerio sobre un enorme cerro, lo hacían parecer un altivo castillo moro. El jolgorio impetuoso de los bares repletos de jóvenes en la catarsis del alcohol, hacia imaginar a Waldo estar en la esplendorosa Babilonia de los sumerios. Fernando por su parte iba entonando una pegajosa canción que se filtraba desde la ventana de una cantina y había depositado ese insolente bichito de los ritmos adolescentes.
-¿Que vamos a hacer esta noche amigo?
-Lo mismo que hacemos todas las noche, ¡Tratar de conquistar algún mundo!
-No es mala idea amigo, sobre todo si se trata de algún mundo en donde habiten ninfas, o mejor que eso, un mundo en el que habiten las valkirias.
-Prefiero las ninfas. Hay mayor dulzura en aquel concepto de placer femenino.
-Yo prefiero la valkirias, tienen mas carácter.- Dijo Fernando, mientras sonreía a Waldo.
-Ese es el problema. Las mujeres con carácter pierden su ser femenino.
-No es eso amigo. Las mujeres con carácter saben a quien entregar su ser femenino.-Agregó Fernando.
De pronto los dos amigos notan que en una esquina había una aglomeración de gentes. Rápidamente el morbo se apodera de Waldo y Fernando. Apuran el paso para llegar pronto al lugar en el que se encontraba aquella curiosa muchedumbre. Los amigos se pierden entre la multitud, y logran observar la escena. Un hombre yacía muerto en la acera, mientras una bella mujer lloraba desconsolada. Waldo queda hipnótico mirando el rostro del hombre muerto y bañado en sangre. Algo pasa en su interior. “¿El peso de la vida amigo?” Se dice a si mismo. “Creo que he sido un tonto” sentencia.
El Purgatorio…
Pronto nuestro protagonista baja de su cama y emprende el rumbo hacia el purgatorio. No concebía su crimen sin un justo castigo. Pero ¿que era un justo castigo para aquel crimen? Por otra parte ¿Había sido un crimen o solo era un accidente?. No tenia claro aquel dilema. Pero eso no importaba, Lo único que importaba era la sensación de vacío después del crimen. Siempre había supuesto que el matar era un anhelo intrínsico al ser humano y que ese anhelo, al momento de ser cumplido, acabaría con la necesidad de matar. Pero jamás había pensado en el vacío. Quizás una sentencia a su crimen llenaría aquel vacío. No dejaba de sentirse a su vez tonto. Podía quedar impune y no sufrir castigo alguno, pero era demasiado el vacío. Había que llenarlo de alguna manera y la manera era pagando por el crimen.
Tomo rumbo a la comisaría, pero en el camino pensó en toda la situación que había envuelto el asesinato. Entonces comenzó a recordar. “Yo venia en el camión y la luz del semáforo me señalaba que podía continuar. Luego aquel hombre apareció en frente y ya no pude hacer nada…nada”. Al verse decir esto no sintió mas que miserable pena por si mismo. “¿estoy tratando de evitar la culpa?...¿ Como puede ser posible que ni siquiera tenga la dignidad de los asesinos?...Debería sentir orgullo por mi obra, y no hay nada mas halagador y justo que te condenen por un crimen…Ahora estoy del otro lado del río…Estoy del lado de los maldecidos”. Dicho esto, nuestro protagonista esbozo la más sincera de sus sonrisas, en el preciso momento que entraba por la puerta de la comisaría.
Damocles…
“La certeza en la vida de los hombres, es un lujo efímero. Es la espada que cuelga de una crin de caballo. ¿Podría alguien jurar morir hoy, en la complacencia de la cordura? No lo creo amigos míos. Yo no se si en algún momento del mito que cargo en mis espaldas, se cortara la crin y la espada hará el digno trabajo para la cual fue esbozada. Soy Damocles, hoy más que nunca un hombre y por tal motivo las certezas me son ajenas…”
Dios…
“…Yo no juego a los dados, Juego Ajedrez…”
D.Z.
Santiago de Chile 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario